En el día de hoy echamos la vista atrás y volvemos al recuerdo. Qué seríamos nosotros sin los recuerdos, estos simbolizan nuestro pasado y condicionan nuestro futuro. Los hay de todas clases, buenos, malos, tristes y alegres y aunque queramos en muchas ocasiones modificarlos, es imposible, pesaran en nuestra mente toda la vida.
Mi recuerdo hoy se remonta nada menos que diez años en el tiempo y lo hace posándose en un trágico día de febrero en el que el azar y el infortunio quiso sesgar la vida a un joven que lo único que hacía era cumplir con su trabajo.
Hablamos del joven Raúl Arias Díaz, natural de Cecos y desgraciadamente fallecido víctima de un accidente laboral en las obras de mejora de la carretera AS-212 a la altura del Alto del Capillo.
El trágico suceso se produjo al mediodía después de realizar una serie de voladuras a unos dos kilómetros de distancia del Rebollar. A pesar de las condiciones climatológicas adversas, granizo y fuerte viento, el joven acudió con la máquina excavadora a despejar la vía una vez realizadas todas las explosiones.
Fue en ese momento cuando se le vino encima un alud de piedras y tierra. La avalancha fue de tal magnitud que hombre y máquina se vieron arrastrados por un desnivel de unos 200 metros. El trabajador, apresado dentro de la excavadora, quedó así sepultado por las piedras en un afluente del río Ibias que bordea la carretera en ese punto.
En ese mismo instante, el reloj de la vida se paró para todos sus seres queridos. Ibias sintió y lloró la marcha de este gran hombre que con tan solo 26 años vio apagada su ilusión, sus metas y su propia vida. Aún retumba y convive conmigo el sepulcral silencio que supuso conocer la trágica noticia y la tristeza que se instaló en cada uno de los corazones que pese a no conocerlo, sentimos muy de cerca su partida.
Uno no siente de cerca la muerte hasta que le toca la espalda, las personas que hemos tenido que sufrir sus efectos secundarios tratamos de convivir con ellos para que no sea precisamente el recuerdo el que destroce nuestra propia vida. Injusta en muchas ocasiones, no perdona, ni tiene consuelo, simplemente se rige por la cordura del destino.
Todos formamos parte del ciclo de la vida, nacemos, crecemos, desarrollamos y morimos. En esta trayectoria algunos se quedan por el camino, dicen que porque son tan especiales que no son dignos de quedarse entre nosotros, yo realmente pienso que no se van, que no mueren, pues viven eternamente entre nosotros y se alimentan de nuestra felicidad. Podría decirse que hay Ángeles entre nosotros y sin duda alguna están formados por todas estas maravillosas personas que partieron tan jóvenes a vivir una vida mejor.
Grandísimo homenaje el que desde aquí le quiero brindar al recuerdo y figura de este ibiense. Apoyo incondicional a su familia y seres queridos para sobrellevar el día a día de una penitencia eterna que a veces es paliada de forma breve por la añoranza de los buenos tiempos vividos. Creerme, de eso yo sé mucho...
Recordar amigos, contribuir con ello a que el pasado vuelva y les haga justicia a tantas y tantas personas que como Raúl terminaron su camino terrenal para seguir caminando entre nosotros...
5 comentarios:
El fallecimiento no nos roba los seres queridos. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.
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Una pena la de ese chico y hoy que que lo que tu dices me toca a mi de cerca.. esi es la vida .... saludos
Conocía a Raúl, y el día de su muerte yo estaba trabajando en la zona y no sé como logré regresar a casa, pues todo el recorrido lo realice´llorando. que descanse en paz el y todos los que nos han dejado, que siempre vivirán en nuestros corazones.
Yo recuerdo ese dia como casi todo el mundo,pero los que trabajábamos en la mina en especial,ya que avisaron a su hermano que era compañero nuestro,estas cosas entre los mineros no se olvidan, aunque sea un familiar de un compañero.
Gracias Angel por acordarte de Raul,me ha gustado mucho lo que has escrito.
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