miércoles, 31 de agosto de 2011

Los indios al encuentro

Veranito veranito, que largo prometías ser y que corto te has hecho. Se acaba el verano sí y con el las vacaciones, pero no los recuerdos y esas vivencias que nos da ese Lejano Oeste llamado Ibias.

Ahora en tierras madrileñas, con bastante más calor que el pasado en el pueblo y esta depresión postvacacional que me entra al pensar en que mañana empieza otra vez la rutina de mi vida, me siento en frente al ordenador para escribir y dar rienda suelta a los recuerdos que rondan en mi cabeza.


El tema de hoy no puede ser otro, es un clásico, se repite año a año y esperemos que siga siendo así por muchos más. De el ya se puede aportar poco, puesto que muchos de los compañeros blogueros, amigos, lo han ido desgranando en sus "cuadernos de recuerdos". Hoy voy a intentar hacer yo mi versión, poner mi granito de arena para dar un poquito de envidia a los no asistentes y animar a los indecisos.

Esta vez, no puedo decir que fui el primero en llegar al encuentro, pues creo que antes de que lo hiciera, ya había por el lugar una serie de indios dirigidos por la sabiduría de la del Roxo, dispuestos a cortar cuanta cabellera fuera posible para anexionar ese territorio cangues a Ibias.

Parado en Larón y antes de que pudiera hacer nada, vi llegar a lo lejos el coche de Pablo, mayúscula fue mi sorpresa cuando vi detrás de él, aparecer a Gonzalo y Berta y detrás el coche del Chapras y Mari. Yo no digo nada Pablo, pero creo que ibas haciendo tapón.


Una vez dentro del pueblo y con la buena compañía de José Arias y su mujer, fuimos subiendo esa interminable cuesta de cemento que comunicaba el principio del mismo con la casa del Xastre (sorprendentemente de las últimas del pueblo). Tal fue el grado de sofocación en el que llegamos y el mareo que supuso ver ese hórreo "tuneao" que para revivirnos algo, nuestro amigo Manolín decidió alegrarnos las penas con una buena ronda de sidra.


Y entre besos y abrazos, qué tal está la familia, qué estudia tu hija, ah, pero tú eras ese que escribe en el blog y unos cuantos culines de sidra que dejaron a más de una un tanto mareada, llegamos a la hora de la comida.


Como si de un salón presidencial se tratara con cubertería de plata y cáliz para la nobleza, fuimos sentándonos a la mesa para disfrutar de los manjares. La primera en sentarse fue como no, la Señora Marquesa, cabecera de mesa y poseedora de tantos títulos nobiliarios como su pariente, la Duquesa de Alba.


No faltaron embutidos en abundancia, ni las típicas tortillas de patata aunque esta vez el gran número de ellas se vio reducido a una, la del Chapras, que mostrando su rebeldía la cocinaba con sus propias manos.


Bajo la atenta mirada de las muñecas diabólicas y el ruido de los cuchillos cortando la carne fue imponiéndose un tema general: la llegada del Papa a España y por supuesto no faltó la polémica. Los firmes defensores del catolicismo cuyo punto de vista era el beneficio que suponía la llegada del Santo Padre a nuestro territorio frente a los antipapistas, partidarios de la no pisada del Papa en tierras españolas y el poco beneficio que iba a dejar en nuestro territorio su rebaño.


Cuando la sangre parecía que iba a llegar al río, la señora Marquesa sacó de la manga un obsequio y perdonándole la vida le hizo entrega de él al Chapras, que al grito de "Señora no soy digno de aceptar estos regalos, pero una palabra suya me bastará para cogerlos" lo agarró y empezó a desenvolverlo.

Muy agradecido por el aguardiente recibido y con la panza llena por esa magnífica tarta de feixolos hecha por su mujer, decidió actuar disfrazado de Celia Cruz para la señora Marquesa.

Fijaos en el enorme parecido que guardan:


Con los buches llenos por la copiosa comida y las pilas cargadas por los cafés de puchero, a Manolín se le ocurre la idea de entrar en la "la reserva" y esta vez sin lista de espera. Lo que en principio iba a ser un cálido y relajado paseo por los bosques de Muniellos (o así nos lo vendió el Xastre) se convirtió en una tremenda caminata cuesta arriba no acta para urbanitas que sin duda vio recompensado el esfuerzo con unas maravillosas vistas que hicieron la delicia de todos.


Retomada la bajada, con las piernas resentidas y el hígado en la mano, una desafiante Marquesa puso sus ojos en mí para decirme no de muy buenas maneras que tocara la gaita. Tan pronto empezó a salir la melodía de mis dedos empezaron a aparecer, no me digáis de donde, panderetas, pandeiros, acordeones y demás instrumentos. Sonaron en el lugar las más famosas jotas y muñeiras de Ibias, algunas de Cangas y la despedida, como no podía ser otra "solo te pido" de Manolo Escobar.


Cuando ya me iba una señora con los ojos brillantes me dijo: " hoy si que nos hiciste la fiesta nel lugar"


No queda mucho más que contar, desde aquí dar las gracias a Manolín y familia por acogernos y hacernos sentir como en casa y a José Arias y su mujer por venir nada menos que desde A Fonsagrada a festejar este gran día con nosotros. También decir que sentimos mucho la no presencia de Maribel, Milio´i Sebastian, el Tsobu, Rosa Cunqueira y José de Mingo y Lourdes que aunque no estuvieran físicamente, en muchos de nosotros estaba vuestro recuerdo.

Y ahora a disfrutar de las últimas horas, ¡que mañana hay que madrugar!