
¿Cuánto encanto puede guardar un pueblecito de montaña? A medida que voy descubriendo los 76 del municipio, voy dándome cuenta que cada uno guarda la verdadera esencia de Ibias.
Vamos, adentraros conmigo en el siguiente pueblo, es normal que le temáis a lo que no conocéis pero os aseguro que es un verdadero gusto contar con lugares como este.
Aldea de la parroquia de Cecos, Rellán se emplaza en un alto rellano del pico tesón a 650 metros de altitud, comunicada por un camino que enlaza con la carretera AS-212
Si hacemos el camino a Rellán desde Cadagalloso, nos encontramos con la casa de Joseyón (Nicasio), la de Cenón y la del Cuarto.

Viento en popa a toda vela, proseguimos el camino y nos topamos con la capilla de la aldea, dedicada a Santa Águeda cuyo estado de conservación no es demasiado lujoso. Actualmente, un vecino con gran corazón, Mandolín de Guerra, la está volviendo a levantar con sus propias manos.

Contaba en sus entrañas con un santín que portaba una espada en la mano y otras figuras masculinas que desaparecieron de forma misteriosa.
Si subimos por el camino de la capilla, nos encontramos de frente con la casa de Guerra, la única del pueblo que se encuentra habitada actualmente. Al lado de la de los Guerra había una casita que le llamaban la de Manolas, no se conservan las ruinas ya que por ella pasa la pista del pueblo.
A continuación nos encontramos las casas del Serrador, la de Méndez y la de Fonso.


Ya para finalizar este recorrido por las entrañas del pueblo de Rellán, citaremos las dos últimas casas, la del Morugo, también conocida como casa Silverio y la casa Manolexo que sufrió un incendio y ahora solo quedan las paredes.


Como en la mayoría de pueblos de los que hablo, Rellán contaba con su propia fiesta, dedicada a su patrona, Santa Águeda, el 5 de febrero. Como por esas fechas el tiempo no suele acompañar en Ibias, la fiesta se celebraba en la cuadra de algún vecino, llegando a juntar hasta 20 mozas y mozos en el baile.
Actualmente varios son los rezagados vecinos que desafían al paso del tiempo y siguen correteando por el lugar que los vio nacer hace ya unas cuantas décadas. Mayor mención merecen otros ya desaparecidos como Teolindo, Francisco o Nicasio (el canteiro) cuyas historias perviven en la mente de quien no las olvida.
Un hórreo decora las vistas de esta pintoresca aldea y una fuente, hermana de los lavaderos de Cecos y Lagüeiro aguantó esplendorosa sin que el agua corriera por ella durante más de 40 años, hasta que la pista que va al pueblo de Pousadoiro le sesgó la vida.

Sin duda un pueblín mágico con personas encantadoras como Ramón de Rellán casado con Elena de Fresno, fallecido no hace mucho tiempo y al que dedico este reportaje. Tuve el gran gusto de conocerlo y era de esas personas a las que jamás olvidas. Este año me va a costar muchísimo no verlo corretear por los caminos de Fresno.
¡Hasta siempre Ramón!