El valle de los Ferreiros

De los 78 pueblos que forman el concejo de Ibias, el protagonista de hoy es sin duda, uno de los grandes extraños para mí por aquello de la lejanía.

Creo que la gran desconocida de Ibias y de los ibienses, es la propia Ibias. Estamos tan acostumbrados a la lejanía e inaccesibilidad de los caminos y pequeñas pistas de tierra que en el mejor de los casos se nos ofrecen, que preferimos ir a otros sitios antes que conocer los propios. Estoy seguro que muchas de las personas que nacieron en  Ibias no conocen la totalidad del concejo, no les culpo, es difícil ponerle pie a todo en pocos días pero un ejercicio recomendable que en algún momento hay que hacer. Cuando uno lo descubre por completo, se siente aún más orgulloso si cabe del lugar de nacimiento.

No tendría sentido ocultar su identidad, ni seguir alargando su anonimato para que un lector intrigado por la curiosidad, se quedara a leer la entrada hasta el final. Hablamos pues de Valdeferreiros, otro de tantos pueblos que a modo de península se encuentra bañando por territorio gallego.

Inmerso dentro de la parroquia de "Os coutos" a unos 800 metros de altitud, no se encuentra enclavado en un valle, como nos hace intuir su nombre, si no en un rellano topográfico con disposición norte-sur, eso sí, en el lugar había ferreiros y de ello da testimonio la rica herencia en forja presente en sus casas y rincones.

No es un pueblo pequeño ni despoblado. Pese a su lejanía de la capital del concejo, cuenta con 32 guardianes que de forma permanente lo habitan, cuidan y acicalan para que luzca con la grandiosidad que merece. Su forma de vida no es otra que la tradicional y por tanto y a diferencia de muchas otras parroquias de Ibias, no es difícil toparse con vacas por sus caminos.

En la entrada del pueblo queda ya marcado al arraigo de lo antiguo y la personalidad de la propia Ibias de contrastes. Lucha contra la modernidad de las casas nuevas una vivienda de planta cuadrada con teito de paja y al lado un esplendido hórreo teitado con la técnica "A beo". La peculiaridad de este esta casa, de las pocas de este tipo que aún sobreviven en Ibias, es que está habitada. Celso, su dueño, presume de ser él el teitador de esta joya que se ha convertido ya por derecho propio, en santo y seña de parada si se quiere conocer Ibias.

El pueblo infunde una modernidad que choca con el atraso que desgraciadamente sufre la parroquia de "Os Coutos" dentro del concejo de Ibias. De sus 15 o 16 casas, la mayoría perfectamente habitables y renovadas, destaca también por mérito propio el hórreo de casa Dourado, bonito, cuidado y perfectamente teitado en paja. A uno, que le gusta lo antiguo, se le cae la baba y le pica la envidia cuando ve estas maravillas sobreviviendo en pleno siglo XXI.

La Fuente-Lavadero es otra de las tantas que existen por el concejo de Ibias, con la misma estructura de cemento que sus hermanas pero con diferentes aguas. Es chocante que este tipo de fuentes que proliferan a lo largo del municipio, sean inexistentes en las parroquias de Tormaleo, Taladrid y Sisterna.

San Antonio se sentiría agradecido y orgulloso si viera de cerca la pequeña capilla que el pueblo de Valdeferreiros le brinda en su honor. Aplicado tendrás que ser si quieres llegar a ella antes de preguntar, pues a simple vista y sin conocer no lograrás encontrarla. Su interior es simple y sencillo y en el que destacan dos tallas: La del propio patrón y la de la Virgen del Carmen, esta última fechada en el siglo XVII.

Me voy del lugar, contento de ver lo que he visto y de pasar esta tarde en Valdeferreiros bajo el sol de Ibias ese que dicen que es el mejor de Asturias. No puedo evitar al marchar tatarear la poco conocida pero preciosa muñeira de Valdeferreiros. A mí que me gusta la gaita y la toco, es una de las canciones que siempre están presentes en mi repertorio.

Qué suerte tenemos todos los de Ibias de haber nacido en una tierra sencilla pero notable, donde el atraso se convierte en moderno y dónde el paso del tiempo, no afecta, es verdaderamente maravilloso. De ello dan buena cuenta nuestros pueblos con sus casonas y palacios con sus pallozas y hórreos. Uno no necesita museos para contemplar arte, pues el arte está en lo más sencillo, en lo diario y se mezcla con el paisaje y el paisanaje de una Ibias maravillosa allá por donde vallas.