Hoy vamos a hacer un ejercicio de memoria, vamos a remontar al pasado, eso sí, al más inmediato para hablar del veranito, de las fiestas y del tema que hoy vamos a tratar: el pasacalles de la fiesta de Tormaleo.
Un pasacalles siempre suele ser fácil, su mismo nombre lo indica, ir tocando por la calle que suele ser una y la principal del pueblo, ahora sí, si pensamos en Tormaleo, al pueblo lo sustituimos por 15 pueblos y la calle la sustituimos por ir de casa en casa toca que toca, la tarea se vuelve complicada.
Yo hoy, voy a intentar relataros como se vive inmerso en un pasacalles, 2 días seguidos y tocando 10 horas tan solo interrumpidas para reponer fuerzas con la comida.
Todo empieza una fría mañana del 31 de julio de 2009, a las 9 de la mañana se queda con varios miembros de la comisión de fiestas para que sean ellos los encargados de el transporte y los tesoreros de la recaudación recibida.
El primer pueblo no es otro que Villarmeirin, los pobres vecinos algunos más agradecidos que otros, aguantan año a año los toques de gaita a una hora muy temprana.
Caminando por Villarmeirin, nos encontramos con esta gran mujer, Adelaida, cómo no podía ser de otra manera, le pedimos que nos cantara a ritmo de pandereta esa canción famosa que tiene:
Al lugar de Villarmeirin...
chamalle a regueira fría,
Al lugar de Villarmeirin...
chamalle a regueira fría,
El augua que por el corre que boas mucias cría.
Al lugar de Villarmeirin...
chamalle a regueira fría,
El augua que por el corre que boas mucias cría.
Una vez actuado en Villarmeirin, el siguiente pueblo es Llanelo, un pueblo precioso, que como la mayoría de los de Ibias, sin jóvenes se está muriendo poco a poco. ¿Quién no asocia este pueblo con el ex-concejal de Izquierda Unida Pepe de Llanelo?
Apasionado de la gaita y del folclore en general, era obligada la parada en su casa, el convite de rosquillas y sobre todo un par de piezas bien tocadas.
Aunque para apasionado de la gatia nuestro siguiente protagonista: Rigueras de Taladrid, no hay año que vallamos a su pueblo y no acabemos comiendo buen embutido casero y un par de vasos de vino de la tierra y como él dice: " lo podéis tomar a la carta: os finos en vaso, os demais na bota" y es que amigos, lo que sobra en Ibias es hospitalidad y buena gente, allí por donde te dejas ver, siempre hay una sonrisa, algún que otro cruce de palabras y un buen convite.
Aunque para apasionado de la gatia nuestro siguiente protagonista: Rigueras de Taladrid, no hay año que vallamos a su pueblo y no acabemos comiendo buen embutido casero y un par de vasos de vino de la tierra y como él dice: " lo podéis tomar a la carta: os finos en vaso, os demais na bota" y es que amigos, lo que sobra en Ibias es hospitalidad y buena gente, allí por donde te dejas ver, siempre hay una sonrisa, algún que otro cruce de palabras y un buen convite.
Y el pueblo que viene ahora seguro que todos lo conocéis, se encargó de hacerlo famoso una señorita con ese blog que hoy por hoy es un referente para la gente de Ibias. Hablamos de María del Roxo y su pueblo, Villaoril.
Llegar a Villaoril siempre representa alegría, es un pueblo unido, agradecido con las visitas y sobre todo precioso. Tras hacer la bajada del mismo tocando y conseguir que todos los vecinos salieran a la calle, llegamos a una casa especial por dos razones:
La primera es esta, Teresa, la más pura representación del pueblo de Villaoril y una de las personas más alegres, pese a la edad que tiene que yo conozco, pero, ¿habrá persona en todo Ibias a la que le guste más que a esta señora la gaita?
Es aparecer por su casa y ponerse a llorar, a reír y por supuesto a bailar.
La segunda es su hijo, José, gran persona, que disfruta con la melodía. Es imposible llegar a su casa y marcharse sin haber tocado al menos 5 piezas.
Resistiendo el marchar de Villaoril aunque apretados por el tiempo, llegamos a otro que sin duda también es uno de los rinconcitos perdidos y con encanto de nuestra tierra: Villarin.
Pocos son los agradecidos vecinos que nos reciben aunque muchos se emocionan con nuestros sones. Es muy agradable sentir como una persona llora de alegría porque le haces recordar los mejores años de su vida. Nunca voy a olvidar cuando se te acerca una persona y te dice: esa la tocaban aquí y cuando éramos mozos todos la bailábamos en el pueblo.
Y... ¿ahora que toca? pues toca dejar de tocar por un rato y ponerse a comer para reponer fuerzas y seguir con el largo camino que aún nos quedaba. La comida, en Casa Blanca, aprovechando la presencia del pulpeiro de Galicia, degustamos un rico pulpo a la gallega acompañado de un buen churrasco y un café de postre, que nos hizo recuperar todo el vigor que nos robó el camino andado. No podíamos abandonar el bar sin echar un par de piezas a los allí presentes, que sin duda lo agradecieron con unos aplausos que a todo músico gustan. Algunos pedían piezas a la carta, nos topamos con un gallego que nos pidió que le tocáramos la famosa " muñeira de chantada" pueblo del que él era originario.
Siguiendo el camino, esta vez un poco más largo, nos dirigimos en coche a Torga. Entre ella, la gente de este pueblo no se lleva muy bien, pero a la hora de ser amable y agradecida con la gente de fuera, da la talla como los demás pueblos.
Siempre que he tocado en Torga me han dado las gracias por hacerlo y parece ser que a la hora de dar donativos para la comisión de fiestas, también son generosos.
Parada obligada dentro de esta aldea era la casa del Chapras y Mari cuya hospitalidad y buen hacer alegran siempre el camino del pasacalles.
Terminando Torga tocan los Villares, el de Arriba y el de Abajo. Comenzamos por el de Arriba, debido a lo cuesto que es, la mejor opción era la de tocarlo de arriba para abajo, tras varias cervezas, unos cuantas roscas de Ibias, rosquillas y embutidos variados, llegamos a la plaza del pueblo, dónde se sitúa la iglesia de San Francisco y en la que nos estaban esperando la gente para escucharnos tocar. Varias fueron las piezas que dedicamos a los vecinos de Villares agradecidos con lo acontecido. Nos costó irnos pero el tiempo se echaba encima y había que seguir el camino.
Tras despedirnos de Pachón llegamos a Villares de abajo, un pueblo pequeño, sin apenas vecinos y por lo tanto fácil de tocar. En tan sólo 10 minutos ya estaba tocado.
Viento en popa a toda vela y con el único objetivo de tocar los máximos pueblos en el día, cogimos el coche y pusimos rumbo a Buso. Fue muy emotivo tocar este pueblo, los niños del lugar hicieron un corro rodeándonos y empezaron a bailar, hasta nos siguieron detrás durante todo el pasacalles por este lugar.
Visiblemente cansados por las nueve horas que llevábamos tocando decidimos hacer un pueblo más y dejar el resto para el día siguiente. La Pieadeira, fue el último en ser tocado ese día. Tal fue el agotamiento, que los miembros del grupo que fuimos a tocar no pudimos acudir a la fiesta por la noche, nos fuimos directos a la cama.
El día siguiente, no fue muy especial, amaneció lloviendo y a penas pudimos hacer bien el trabajo, nosotros no nos rendíamos, empezamos a primera hora de la mañana a tocar Tormaleo. Contando con que la lluvia es mala amiga de la madera de la gaita, el coche de la comisión no podía separarse demasiado de nosotros, pese a tanta dificultad, a las 12:00 de la mañana conseguimos hacer el pasacalles por el municipio más extenso de la parroquia.
El cielo daba una tregua, empezaba a clarear, pudimos entonces hacer sin mucho problema Fresno y La Lamela aunque ya en este último tuvimos algún que otro percance con la lluvia.
En cuanto a Luiña, lo tocamos por la tarde, este fue el último pueblo que pudimos hacer debido a la tormenta que se desató en el municipio, no paró de llover en toda la tarde y pese a intentar tocar el poblado, no lo pudimos conseguir.
Desde aquí pido perdón a toda la gente de el Poblado y Fondo de Villa, los dos pueblos que no disfrutaron de la alegría de la gaita.
Espero haber conseguido haceros sentir lo que se vive en un pasacalles. Son muchas horas, muy intensas, el calor aprieta, las piernas se cansan, los pulmones también pero se lleva con enorme alegría e ilusión y ese cansancio se quita viendo las caras de todos aquellos que disfrutan con la gaita.
Llegar a Villaoril siempre representa alegría, es un pueblo unido, agradecido con las visitas y sobre todo precioso. Tras hacer la bajada del mismo tocando y conseguir que todos los vecinos salieran a la calle, llegamos a una casa especial por dos razones:
La primera es esta, Teresa, la más pura representación del pueblo de Villaoril y una de las personas más alegres, pese a la edad que tiene que yo conozco, pero, ¿habrá persona en todo Ibias a la que le guste más que a esta señora la gaita?
Es aparecer por su casa y ponerse a llorar, a reír y por supuesto a bailar.
La segunda es su hijo, José, gran persona, que disfruta con la melodía. Es imposible llegar a su casa y marcharse sin haber tocado al menos 5 piezas.
Resistiendo el marchar de Villaoril aunque apretados por el tiempo, llegamos a otro que sin duda también es uno de los rinconcitos perdidos y con encanto de nuestra tierra: Villarin.
Pocos son los agradecidos vecinos que nos reciben aunque muchos se emocionan con nuestros sones. Es muy agradable sentir como una persona llora de alegría porque le haces recordar los mejores años de su vida. Nunca voy a olvidar cuando se te acerca una persona y te dice: esa la tocaban aquí y cuando éramos mozos todos la bailábamos en el pueblo.
Y... ¿ahora que toca? pues toca dejar de tocar por un rato y ponerse a comer para reponer fuerzas y seguir con el largo camino que aún nos quedaba. La comida, en Casa Blanca, aprovechando la presencia del pulpeiro de Galicia, degustamos un rico pulpo a la gallega acompañado de un buen churrasco y un café de postre, que nos hizo recuperar todo el vigor que nos robó el camino andado. No podíamos abandonar el bar sin echar un par de piezas a los allí presentes, que sin duda lo agradecieron con unos aplausos que a todo músico gustan. Algunos pedían piezas a la carta, nos topamos con un gallego que nos pidió que le tocáramos la famosa " muñeira de chantada" pueblo del que él era originario.
Siguiendo el camino, esta vez un poco más largo, nos dirigimos en coche a Torga. Entre ella, la gente de este pueblo no se lleva muy bien, pero a la hora de ser amable y agradecida con la gente de fuera, da la talla como los demás pueblos.
Siempre que he tocado en Torga me han dado las gracias por hacerlo y parece ser que a la hora de dar donativos para la comisión de fiestas, también son generosos.
Parada obligada dentro de esta aldea era la casa del Chapras y Mari cuya hospitalidad y buen hacer alegran siempre el camino del pasacalles.
Terminando Torga tocan los Villares, el de Arriba y el de Abajo. Comenzamos por el de Arriba, debido a lo cuesto que es, la mejor opción era la de tocarlo de arriba para abajo, tras varias cervezas, unos cuantas roscas de Ibias, rosquillas y embutidos variados, llegamos a la plaza del pueblo, dónde se sitúa la iglesia de San Francisco y en la que nos estaban esperando la gente para escucharnos tocar. Varias fueron las piezas que dedicamos a los vecinos de Villares agradecidos con lo acontecido. Nos costó irnos pero el tiempo se echaba encima y había que seguir el camino.
Tras despedirnos de Pachón llegamos a Villares de abajo, un pueblo pequeño, sin apenas vecinos y por lo tanto fácil de tocar. En tan sólo 10 minutos ya estaba tocado.
Viento en popa a toda vela y con el único objetivo de tocar los máximos pueblos en el día, cogimos el coche y pusimos rumbo a Buso. Fue muy emotivo tocar este pueblo, los niños del lugar hicieron un corro rodeándonos y empezaron a bailar, hasta nos siguieron detrás durante todo el pasacalles por este lugar.
Visiblemente cansados por las nueve horas que llevábamos tocando decidimos hacer un pueblo más y dejar el resto para el día siguiente. La Pieadeira, fue el último en ser tocado ese día. Tal fue el agotamiento, que los miembros del grupo que fuimos a tocar no pudimos acudir a la fiesta por la noche, nos fuimos directos a la cama.
El día siguiente, no fue muy especial, amaneció lloviendo y a penas pudimos hacer bien el trabajo, nosotros no nos rendíamos, empezamos a primera hora de la mañana a tocar Tormaleo. Contando con que la lluvia es mala amiga de la madera de la gaita, el coche de la comisión no podía separarse demasiado de nosotros, pese a tanta dificultad, a las 12:00 de la mañana conseguimos hacer el pasacalles por el municipio más extenso de la parroquia.
El cielo daba una tregua, empezaba a clarear, pudimos entonces hacer sin mucho problema Fresno y La Lamela aunque ya en este último tuvimos algún que otro percance con la lluvia.
En cuanto a Luiña, lo tocamos por la tarde, este fue el último pueblo que pudimos hacer debido a la tormenta que se desató en el municipio, no paró de llover en toda la tarde y pese a intentar tocar el poblado, no lo pudimos conseguir.
Desde aquí pido perdón a toda la gente de el Poblado y Fondo de Villa, los dos pueblos que no disfrutaron de la alegría de la gaita.
Espero haber conseguido haceros sentir lo que se vive en un pasacalles. Son muchas horas, muy intensas, el calor aprieta, las piernas se cansan, los pulmones también pero se lleva con enorme alegría e ilusión y ese cansancio se quita viendo las caras de todos aquellos que disfrutan con la gaita.
7 comentarios:
Más que pasacalles, es un pasapueblos. Gracias por mantener vivas las tradiciones.
Un saludo.
Espero que sigais haciendolo muchos años,sobre todo por la gente mayor.Gracias por lo que me toca cuando hablas de Torga.
Un saludo.
Que bién yo solamente estuve en esa fiesta una vez y de esto hace ya muchos años, y eso que allí está toño el músico que es primo de mi marido, y creo que Noelia su hija le gusta ayudar a hacer las fiestas. Espero poder ir el año que viene
Como esto va de retos, el próximo año, un pueblo más y dentro de diez una competición entre dos pasapueblos como dice Gonzalo.
Quita, quita, creo que con quince ya está bien....jejeje. Es el segundo año que lo hago, el primero acabé destrozao y rojo como un cangrejo, este último el calor apretó menos y se pudo llevar mejor el trayecto.
Saludos!!
El pasacalles e jodido, eu ficeno ua vez tando na comision ya nun quero mais. Muito calor, muito cansancio ya mutas horas de camin.
Hay que ter von cariño pa faelo por eso hay que felicitar a esta xente que se atreve a faleo.
El pasacalles es muy duro, ir caminando 10 horas cada día por el pueblo no es plato de gusto, por eso desde aquí animo a todos estos chavales para que sigan haciendo estas tradiciones.
Saludos
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